Lo mejor que ver en Túnez. Los 10 imprescindibles del viaje
Túnez es un país de contrastes. Con gran parte de sus fronteras bañadas por el mar Mediterráneo, ofrece desde pintorescos pueblos encalados con puertas y ventanas azules, hasta paisajes totalmente desérticos que harán que parezca que estás en otro planeta, o eso mismo pensó George Lucas cuando decidió grabar Star Wars. Si esto te parece poco, también tendrás la oportunidad de visitar ciudades sagradas, ruinas romanas y conocer una cultura que se mantiene auténtica. Hoy te contamos nuestros 10 imprescindibles en un viaje a Túnez.
Recorrimos el país durante 10 días, bajando hasta Tataouine para conocer los mejores ksar del sur del país y subiendo de nuevo hasta la capital parando en las principales ciudades costeras. Nos dio tiempo a ver prácticamente todos los lugares más visitados, así que hemos decidido recapitular y contarte los que más nos gustaron.
Oasis de Chebika
El Oasis de Chebika se ubica en los alrededores de Tozeur, a unos 40 minutos en coche. Tengo que decir que fue la primera vez en mi vida que vi un oasis, así que es probable que eso de aún más valor a la visita. En cualquier caso, hayas visto alguno o no, creo que este lugar te parecerá precioso.
El oasis consiste en un palmeral recorrido por un pequeño manantial. Pero, en mi opinión, gran parte del encanto son los alrededores. El palmeral se ubica en medio de un paisaje montañoso y desértico espectacular, lo que da la oportunidad de obtener preciosas panorámicas durante todo el recorrido.
Una vez llegues, te recomendamos que vayas hasta Chebika Teeshirts, donde podrás aparcar. Por cierto, la tienda vende camisetas con bonitos impresos, muy diferente al resto de souvenirs que se suelen encontrar en todo el país.
Pese a que tendrás el oasis de frente cuando bajes del coche, lo mejor es tomar un camino que sale a la izquierda y que sube por la montaña. Al final te encontrarás con unas escaleras que te llevan directamente a la pequeña cascada del oasis, y desde arriba tendrás unas magníficas vistas. Tardamos en hacer todo el camino poco más de una hora. Eso sí, nos lo tomamos con mucha clama, parando tanto en la parte alta para disfrutar de las vistas como en la baja para admirar la cascada de agua cristalina que brota de la montaña.
Ruta por las ksar del sur de Túnez
El sur de Túnez esconde la parte más desértica del país, recorrida desde hace años por los bereberes que sacaban a pastar sus rebaños en busca de comida y bebida. Antiguamente nómadas, pasaron a crearon asentamientos en los que necesitaban defenderse y proteger sus reservas. Para ello construyeron los ksar, un complejo fortificado que servía principalmente como almacén colectivo para guardar granos y otros bienes valiosos de las comunidades locales.
Los ksar están formados por hileras de pequeñas cámaras o almacenes individuales llamados ghorfas, dispuestas en varios niveles alrededor de un patio central. Su diseño es compacto y funcional, pensado para proteger los bienes contra saqueos, climas extremos y animales. Cada ghorfa solía pertenecer a una familia o clan que almacenaba granos, aceite, dátiles u otros productos agrícolas.
El ksar era también un punto de encuentro social y comercial para las comunidades nómadas y seminómadas de los desiertos norteafricanos. En Túnez se conservan aproximadamente 150 ksar distribuidos principalmente en el sur del país, en regiones como Tataouine, Medenine y Kebili. Aunque muchos están en ruinas debido al paso del tiempo y la falta de mantenimiento, otros han sido restaurados y convertidos en atractivos turísticos y culturales.
De los que visitamos, Chenini y Ouled Soltane fueron los que más me gustaron. El primero es un pueblo bereber completo, ubicado en los alto de una colina y camuflado con el entorno. Muchas de las casas se construyen excavando en la propia roca, así que desde lejos se hace muy difícil distinguir qué es montaña y qué no. Lo que sí que destaca es su pintoresca mezquita, en color blanco.
El ksar Ouled Soltana es muy pequeño, compuesto de un patio central rodeado completamente por ghorfas. Lo más especial respecto a otros es que hay ghorfas hasta en 4 niveles, mientras que en el resto solo vimos de dos, y raramente de tres. Además, aún se conservan las escaleras para subir, así que puedes llegar arriba y disfrutar de una panorámica distinta. Eso sí, no te esperes barandillas, tendrás que superar el vértigo.
También visitamos ksar Hadada, ksar Ouled Debbab y ksar El Ferech. De todos estos y alguna más te hablamos aquí.
Recomendación: Ruta en coche por los mejores ksar de Túnez.
Sidi Bou Said
Desde luego que ver Sidi Bou Said en una lista con los mejores lugares de Túnez no sorprenderá a nadie. Este pintoresco pueblo, famoso por sus casas encaladas con puertas y ventanas azules, es la localidad más bonita del país.
Ubicado a apenas 20 kilómetros de la capital, podrás llegar en cercanías, taxi, coche de alquiler o excursión guiada. Allí, lo mejor que puedes hacer es recorrer y perderte por las estrechas calles adoquinadas que serpentean entra las bonitas casas, y todo esto bañada por el mar Mediterráneo.
Es un lugar muy cuidado, lo que lo diferencia de otras localidades del país que, pese a que podrían ser igual o más bonitas, están llenas de basura o sin ninguna preocupación por su conservación.
Te recomendamos que te acerques a Sidi Bou Said Viewing Point, al final de la calle principal, y a Mediterranean Panorama, justo al lado del cementerio del pueblo. Ambos tienen preciosas panorámicas hacia el mar. Otra de las visitas que nos encantó fue Dar El Annabi, una casa tradicional tunecina que sirvió de residencia a la familia Mufti Mohamed Annabi, exitosos comerciantes. Construida a finales del siglo XVIII, hace unos pocos años dejó la vida cotidiana para convertirse en un museo que ofrece una visión de la rutina de una familia adinerada en el siglo XX.
Por cierto, desayunamos, comimos y cenamos muy bien, en Ben Rahim, Bleue y DaPietro respectivamente.
Mos Espa
Quizá Mos Espa es el lugar que más me sorprende que se haya colado en mi lista de imprescindibles en Túnez. Es un antiguo escenario que se construyó para grabar una de las películas de Star Wars, «La amenaza fantasma» si no me equivoco. Pensaba que iba a ser una turistada, y en parte lo es, pero aún así me encantó.
Para llegar desde Tozeur solo tendrás que seguir la ruta de tu navegador, y en unos 40 minutos estarás en tu destino. ¿Es necesario un 4×4? Para nada. Habíamos leído que a veces echan arena en la carretera para obligar a los turistas a sumarse a alguna de las excursiones que ofrecen los locales, pero no fue nuestro caso. Hay una carretera asfaltada en perfectas condiciones que llega a Mos Espa desde Naftah, población ubicada a 20 kilómetros de Tozeur.
Por cierto, de camino vimos a los primeros dromedarios del viaje. Pese a que normalmente los verás sueltos, pertenecen a pastores locales, que los dejan libres durante el día para que pasten por el desierto.
Una vez llegues, puedes aparcar tu coche justo al lado de la atracción. El escenario de Mos Espa está compuesto por una calle principal y las curiosas construcciones a los lados. La calle está totalmente ocupada por puestos de souvenirs, que quitan un poco de encanto al recorrido. No hay ningún tipo de control, puedes subir y entrar a cada una de las «casas» libremente.
En frente de Mos Espa hay una gran duna, a la que puedes subir por tu propio pie o cogiendo alguno de los camellos o quads que no pararán de ofrecerte desde que llegues hasta que te vayas. Nosotros nos quedamos arriba a ver atardecer, y fue todo un acierto, se quedó una luz y un paisaje precioso.
Monastir
Monastir es la ciudad de Túnez que más me sorprendió. Aquí el absoluto protagonista es Habib Bourguiba, el primer Presidente de Túnez y padre de la independencia del país. Es su ciudad de nacimiento, por lo que podrás visitar su Mausoleo, una mezquita con su nombre, su antigua residencia de verano o una plaza en su memoria.
El Mausoleo me pareció de los edificios más bonitos que vimos en Túnez. Además, está rodeado por el cementerio más importante de la ciudad, y ubicado justo al lado del Mediterráneo, lo que me parece que le da un encanto especial. La entrada es gratuita y merece mucho la pena la visita.
No obstante, el lugar que más me gustó de Monastir fue su Ribat. Fue construido en el año 796 d.C. bajo el reinado de los Aglabíes, una dinastía que gobernaba la región como vasallos del califato abasí.
La entrada cuesta 8 dinares (2’6€), y está abierto todos los días de 8:30 a 17:30. El Ribat se compone de un patio interior, las murallas y torres, celdas y hasta una pequeña mezquita. Está en perfecto estado, lo que, junto a que se ubica entre el mar, el Mausoleo y varias mezquitas, hace que la visita sea muy bonita.
Puedes recorrer y entrar absolutamente en todos los rincones y recovecos de la fortaleza, e incluso llegar a perderte. Ya te avisamos de que hay alguna zona que es hasta un poco laberíntica. De lo mejor de la visita es combinar la belleza interior del Ribat con las magníficas vistas hacia sus alrededores.
Y si quieres una gran panorámica, nada mejor que subir hasta lo alto de su fortaleza. Una empinada escalera de caracol te llevará a poder disfrutar de la maravillosa vista desde arriba, un imprescindible. Eso sí, te recomendamos que estés pendiente de la gente que hay arriba, no hay ningún control y puede llegar a haber cierta masificación, lo que es un problema teniendo en cuenta el tamaño de la escalera.
Además, no te olvides de entrar a la medina, especialmente recomendado sentarte en Café Bir Alandaos, una cafetería muy agradable
Dougga y Sbeitla
Dougga y Sbeitla, conocidas en la antigüedad como Thugga y Sufetula, son dos complejos de ruinas romanas en Túnez. Pese a no ser un gran admirador de este tipo de turismo, ambos me encantaron, con construcciones muy bien conservadas y bonitos alrededores.
Las ruinas de Dougga es uno de los sitios arqueológicos mejor conservados del norte de África, lo que lo convierte en un testimonio impresionante de la grandeza de la civilización romana en esta región. Su historia se remonta al siglo II a.C., cuando se formó un asentamiento númida antes de la llegada de los romanos. Con la anexión romana en el año 46 a.C., Dougga floreció como un importante centro administrativo, comercial y cultural.
La parada merece totalmente la pena. El Capitolio y el Teatro Romano, que podía acoger a 3.500 personas, se encuentran en muy buen estado de conservación, transportando a quién lo visita a la época en la que todo aquello estuvo en funcionamiento. Además, hay grandes vistas desde todo el complejo hacia los interminables campos de olivos.
Sbeitla fue fundada en el siglo I d.C. durante el reinado del emperador Vespasiano. Su desarrollo estuvo estrechamente ligado a la producción agrícola, especialmente al cultivo de cereales y olivos, que convirtió a Sbeitla en una ciudad próspera gracias al comercio en el vasto Imperio Romano.
Al igual que Dougga, me sorprendió gratamente. Aquí lo mejor es el Foro y los Templos Capitolinos, aunque sin desmerecer recorrer todo el complejo caminando por las antiguas calzadas romanas. Dedicamos una hora y media a la visita, y lo recomiendo totalmente. Y ojo, que os lo dice alguien que iba con pocas expectativas, ya que las ruinas en general no suelen ser mi fuerte. El precio de la entrada tanto a Dougga como Sbeitla es de 8 dinares.
Anfiteatro romano de El Djem
Continuando con las ruinas romanas de Túnez, no te puedes perder el anfiteatro de El Djem. También conocido como el Coliseo de Thysdrus, es uno de los monumentos más imponentes y mejor conservados de la época romana en África. Data del siglo III d.C. y es testimonio del esplendor y la ambición del Imperio Romano en sus provincias africanas.
El anfiteatro fue construido alrededor del año 238 d.C., durante el reinado del emperador Gordiano I. En aquel tiempo, la ciudad de Thysdrus (nombre romano de El Djem) era un próspero centro de comercio y producción de aceite de oliva, que jugaba un papel significativo en la economía del Imperio Romano. Inspirado por el famoso Coliseo de Roma, el anfiteatro de El Djem fue diseñado como símbolo del poder y la grandeza de la región.
Podía albergar entre 30.000 y 35.000 espectadores, lo que lo convierte en uno de los anfiteatros más grandes del mundo romano, solo superado por el Coliseo de Roma y el de Capua. Mide aproximadamente 149 metros de largo, 124 metros de ancho y 36 metros de alto, con el diseño elíptico característico. El edificio incluía un elaborado sistema de túneles subterráneos, usado tanto para guardar a los animales salvajes como por los gladiadores para prepararse para la pelea.
El monumento abre de 7:30 a 17:30 en otoño e invierno, y hasta las 18:30 en verano y primavera. El precio es de 12 dinares (3’6€), e incluye el Museo Arqueológico de El Djem. La fama del anfiteatro de El Djem está más que justificada. No me esperaba que estuviese tan bien conservado, y que me consiguiese trasladar inevitablemente a la maravilla de Roma. Además, aquí no hay ninguna restricción. Puedes recorrer absolutamente todos los rincones que están en pie, bajar a la arena, e incluso explorar las partes subterráneas donde los gladiadores se preparaban para la pelea y los animales eran guardados antes de ser liberados en la superficie.
Lago Chott el-Jérid
El lago Chott el-Jérid es uno de los lago salados más grandes del norte de África, con una extensión aproximada de 5.000 kilómetros cuadrados, aunque su tamaño varía considerablemente dependiendo de la temporada y las precipitaciones.
Durante la estación seca, el lago se convierte en un desierto salino, cubierto por una costra blanca que brilla intensamente bajo el sol. En la temporada de lluvias, puede llenarse parcialmente de agua. Separa Douz de Tozeur, así que, si planeas visitar los dos lugares, es muy probable que utilices la carretera que atraviese el lago.
La planicie salina y el calor extremo hacen que sea famoso por sus espejismos, donde el aire caliente crea la ilusión de agua o paisajes en la distancia. Además, donde hay agua se puede ver el reflejo de las montañas del fondo, creando un paisaje verdaderamente bonito.
Medina de Hammamet
Fundada en el siglo XV, la Medina de Hammamet es una ciudad amurallada situada junto al mar Mediterráneo. Su ubicación estratégica la convirtió en un importante bastión defensivo, y su muralla fue diseñada para protegerla de invasores y piratas. A lo largo de los siglos, ha sido testigo de influencias fenicias, romanas, árabes y otomanas, dejando una rica mezcla cultural.
Tal vez peque de occidental, pero fue sin duda la medina que más me gustó en Túnez. Está cuidada y limpia, y da gusto perderse por los estrechos callejones que dan a parar a plazas y tiendas de artesanías locales. Eso sí, no esperes estar perdido mucho tiempo, la zona es bastante pequeña y en nada te habrás salido sin darte cuenta.
Para llegar puedes acceder por Republic Avenue, atravesando una plaza con mucha vida donde se juntan locales y turistas. Además, no te puedes perder el paseo que bordea la muralla al lado del mar, muy agradable tanto de día como de noche. De hecho, una cosa que tiene la medina de Hammamet también, a diferencia de otras, es que de noche también vale la pena recorrerla. Las luces cálidas de las farolas y la tranquilidad que se respira es difícil de encontrar en Túnez.
En uno de sus extremos está Sidi Bou Hdid, una cafetería-restaurante con una estupenda terraza para sentarte a disfrutar del final del día.
Museo del Bardo y las Termas de Antonino
Quizá a alguno os sorprenda que no hayamos incluido Cartago o Ciudad de Túnez en nuestra lista de imprescindibles. Y es que fueron los dos sitios que más nos decepcionaron en todo el viaje. No obstante, hay algún lugar dentro de cada uno que se salva.
De Cartago desde luego que ese punto es las Termas de Antonino. Construidas bajo el emperador Antonino Pío en el siglo II d.C., estas termas eran un lugar clave para la vida social romana. Divididas en áreas para baños fríos (frigidarium), templados (tepidarium) y calientes (caldarium), las termas también incluían gimnasios y espacios para la relajación. Aunque solo las bases de las estructuras permanecen, se puede apreciar la magnitud y la ingeniería avanzada de estos baños públicos. Su ubicación junto al mar hace que las termas sean uno de los lugares más pintorescos de Cartago.
Sin duda, lo mejor de Cartago. Se conservan grandes columnas y mucha de la estructura que daba forma a las termas. Además, la cercanía al mar hace que sea todavía más especial. Si pagas la entrada y solo visitas las Termas, en mi opinión habría valido la pena.
Respecto a la capital, uno de los lugares que más nos sorprendió es el Museo del Bardo. No digo que dar un paseo por la medina y recorrer la Avenida de Habib Bourguiba no merezca la pena, pero nos esperábamos bastante más.
El Museo Nacional del Bardo es uno de los museos más importantes del norte de África y una de las principales atracciones culturales de Túnez. Es conocido mundialmente por su vasta colección de mosaicos romanos, considerada la más grande y rica del mundo.
Se ubica a unos 15 minutos en coche de la medina, aunque puedes tardar bastante más por el tráfico. Si optas por ir andando, tendrás cerca de una hora. Nosotros fuimos con el coche de alquiler, que dejamos en el parking gratuito del museo. Si no dispones de vehículo, lo más cómodo es pedir un Bolt, que no te debería costar más de 5€ desde prácticamente ningún punto de Túnez Capital. La entrada cuesta 13 dinares, y está abierto todos los días de 9:30 a 16:30, a excepción del domingo que cierra.
Pese a que no me declaro amante de los museos históricos, he de decir que el Museo del Bardo me gustó mucho. Tiene salas muy bonitas, y no se me hizo nada pesado. Te recomendaría reservar, al menos, entre una hora y media y dos para visitarlo. De lo mejor de Túnez capital.
Y hasta aquí nuestra lista de imprescindibles de un viaje a Túnez. Como visitamos muchos más lugares, te dejamos por aquí todas las guías que hemos escrito para que no te pierdas nada. Y, como siempre, cualquier duda en los comentarios!