Qué hacer en el Chocó en 3 días. Cómo llegar y dónde dormir

El Chocó, ubicado en la costa del Pacífico colombiano, es uno de los destinos más biodiversos y fascinantes del mundo. Esta región, famosa por su exuberante selva tropical, playas vírgenes y ricas culturas afrocolombianas e indígenas, ofrece una experiencia única para los amantes de la naturaleza y el ecoturismo. En el Chocó, puedes explorar manglares, cascadas, avistar ballenas jorobadas y disfrutar de la tranquilidad que solo un entorno natural inexplorado puede ofrecer. ¿Te preguntas dónde alojarte, cómo llegar o qué hacer en el Chocó? Sigue leyendo para descubrir todo lo que necesitas saber sobre este tesoro escondido de Colombia.

El tercer día del viaje comenzó muy temprano en nuestro alojamiento en La Candelaria, Bogotá. Teníamos un vuelo a las 7 de la mañana, así que antes de las 5 ya estábamos en pie. Recogimos rápidamente y partimos hacia el aeropuerto. Habíamos coordinado el transporte el día anterior con un amigo del dueño del alojamiento, lo cual nos evitó el trámite de pedir un taxi o servicio de VTC. De no haber contado con esta opción, habríamos recurrido a Uber o Cabify.

Para llegar a esta región del Pacífico tendrás que coger sí o sí un avión. Hay dos aeropuertos principales en El Chocó, en Bahía Solano y en Nuquí. Llegar a uno u otro dependerá de la zona que vayas a visitar.

Vistas del Chocó desde el avión.

Después de mucha lectura y reflexión, nosotros decidimos visitar la zona de Bahía Solano. Cogimos un vuelo desde Bogotá a Medellín, y, posteriormente, otro desde Medellín a Bahía Solano. Todas las aerolíneas que operan en El Chocó vuelan desde Medellín, por lo que la parada en la ciudad de la eterna primavera es obligatoria.

Volamos con Satena hasta Medellín y luego con ClicAir desde allí hasta Bahía Solano. Dejamos un margen de dos horas y media entre ambos vuelos y no tuvimos ningún problema; incluso nos dio tiempo para pasear por los alrededores del aeropuerto Enrique Olaya Herrera. Es muy pequeño, por lo que los trámites se realizan rápidamente.

Llegamos a Bahía Solano alrededor de las 11:30 de la mañana, donde nos esperaba el conductor del tuktuk que habíamos reservado a través de nuestro alojamiento. La primera sorpresa fue el estado del aeropuerto: un edificio precario con algunas chapas que servían como puertas de embarque. ¡La zona VIP consistía unas hamacas al aire libre!

Zona de descanso del aeropuerto de Bahía Solano.

Si deseas más información sobre cómo llegar al Chocó, te invitamos a consultar la entrada específica que hemos creado para ello, te la dejamos por aquí.

Una vez decidas si visitarás la zona de Bahía Solano o la de Nuquí, te tocará buscar alojamiento. Pese a que en las anteriores localidades están los aeropuertos, no son las más famosas para hospedarte. Si vuelas a la primera, te recomendamos el pueblo de El Valle y alrededores, y si lo haces a la segunda, el área de Guachalito.

Sobre qué encontrarás en cada zona y los mejores alojamientos hemos hablado en nuestra entrada sobre todo lo que tienes que saber para elegir entre Nuquí y Bahía Solano.

Nosotros nos quedamos en La Tarima del Colibrí, a las afueras de El Valle, y nos fuimos totalmente enamorados del lugar. Si hay algo que te podemos recomendar en Colombia es este alojamiento.

Entrada a La Tarima del Colibrí, nuestro alojamiento en El Valle.

Llegamos a La Tarima del Colibrí pasado el mediodía, donde nos recibieron con dos deliciosos zumos, refrescantes y perfectos para hidratarnos en el clima húmedo del Chocó. Nos dieron una cálida bienvenida y nos explicaron las mejores actividades para disfrutar de la región, además de las experiencias que ellos mismos organizan. Te iremos contando lo que hicimos, pero si quieres ver la lista completa de actividades, puedes consultarla en su página web.

La mayoría de los alojamientos en la zona ofrecen actividades similares, así que rápidamente puedes hacerte una idea general de qué hacer en El Valle. Después de instalarnos en nuestra cabaña, salimos a buscar algo para comer y terminamos en el restaurante de un alojamiento cercano, Cabañas de Punta Roca. No está en Google Maps, pero te lo recomendamos muchísimo.

A diferencia de la cocina colombiana más conocida, en la que prima los fritos y la carne, el Chocó destaca por sus pescados frescos. Disfrutamos de un menú que incluía atún con salsa de maracuyá, arroz con coco, zumo y postre, todo por 5€ por persona. ¡Una auténtica maravilla!

Disfrutar del pescado fresco, una de las mejores cosas que hacer en el Chocó.

Decidimos tomarnos el primer día con calma y disfrutar de los alrededores. Terminamos de comer sobre las tres, y dedicamos la tarde a la Playa El Almejal. Es, probablemente, la playa más bonita en la que hemos estado.

La selva tropical se encuentra con el océano en un contraste fascinante de verdes y azules intensos, acompañados por los más de dos kilómetros de arena oscura. Es un paisaje salvaje y encantador, perfecto tanto para caminar como para simplemente admirar la inmensidad del Pacífico. Y ya no te digo para disfrutar del atardecer mientras te das un baño en sus aguas templadas, de lo mejor del viaje!

Playa El Almejal.

También es conocida por ser uno de los principales sitios de anidación de tortugas marinas, lo que convierte la experiencia en algo aún más especial si tienes la suerte de presenciar la liberación de tortugas recién nacidas. Te recomendamos que salgas de noche con una linterna, ya que es el momento que las tortugas utilizan para ir hacia el mar.

Después de haber comenzado nuestra aventura en la capital, Bogotá, nuestra estancia en el Chocó nos permitió vislumbrar la verdadera esencia de Colombia: un sinfín de contrastes. Pasamos del ajetreo de una ciudad con más de 7 millones de habitantes a un remanso de paz absoluto.

Aunque El Almejal es bastante conocido entre los turistas que deciden visitar esta región, no estaba nada masificado, a pesar de que estábamos en plena temporada de avistamiento de ballenas, en agosto. Para que te hagas una idea, durante los tres días que pasamos en la playa, no éramos más de 50 personas en sus más de 2 kilómetros de extensión.

Recorrimos la playa, nos bañamos y observamos a los numerosos cangrejos ermitaños que se movían de un lado a otro sobre la arena. También tuvimos la suerte de ver a tres caballos que se acercaron al agua del mar. No creemos que haya caballos en libertad en esta zona, pero parecían estar solos.

Caballos en la Playa El Almejal

Nos quedamos en la playa hasta el atardecer. Nuestro alojamiento en El Valle, La Tarima del Colibrí, ofrece la opción de cenar platos preparados por una cocinera local. Para ello, es necesario avisarles a lo largo del día, ya que la chef necesita saberlo con antelación para comprar los ingredientes necesarios. Decidimos probar su cocina en nuestra primera noche y fue todo un acierto. Las delicias de Elaine, como llamaban a su restaurante a domicilio, resultaron ser exquisitas.

El menú era similar al de la comida, un plato de pescado, zumo y algún acompañante por unos 5€ por persona. La cena se servía sobre las 7 de la tarde. Después de cenar, salimos a dar un paseo por la playa para ver si podíamos avistar alguna tortuga en su camino hacia el mar. Tras un rato de exploración, decidimos regresar a descansar; había sido un día largo y tocaba recargar energías.

Las Delicias de Elaine en nuestro alojamiento en la Tarima del Colibrí.

El cuarto día de nuestro viaje por libre a Colombia lo habíamos reservado para el avistamiento de ballenas y una visita al Parque Nacional de Utría. La excursión estaba planificada junto con nuestro alojamiento, pero al amanecer nos dimos cuenta de que el clima no estaba de nuestro lado. Llovía a cántaros y el mar estaba demasiado agitado como para salir a navegar. Así que tuvimos que posponer la actividad para el día siguiente.

Revisamos la oferta de actividades del alojamiento y decidimos tomarnos la mañana por libre y reservar por la tarde una excursión por el río Tundó, que incluía una caminata por la selva hasta una cascada en la que podías darte un chapuzón.

Desayunamos con calma y, cuando paró de llover, salimos a explorar.

En lugar de caminar hacia el norte, donde está la Playa El Almejal, optamos por ir hacia el sur. Cruzamos el pueblo de El Valle, del que luego os hablaremos más detenidamente, y continuamos en dirección a Playa Cuevita.

Apenas dejamos atrás el pueblo, se abrió ante nosotros una playa interminable. Se trataba de Playa Cuevita, con 10 kilómetros de largo y prácticamente desierta. Solo hay tres o cuatro alojamientos, incluido el Tortuga Bay Ecohotel, del que ya te hablamos aquí, y un pequeño santuario de tortugas.

Playa Cuevita es preciosa, muy similar a El Almejal. La arena oscura, la selva y el Pacífico crean un paisaje inolvidable. Lo malo es que el oleaje trae consigo algo de basura, y en un lugar tan remoto como este cuesta recogerla. De hecho, la gestión de residuos es uno de los retos para los habitantes de la zona, que hacen un gran esfuerzo por reducir sus desechos.

Paseando por Playa Cuevita.

A pesar de encontrarnos con algo de basura durante nuestro paseo, fue una experiencia maravillosa. No nos cruzamos con nadie, salvo algún habitante local que pasaba en moto. Nuestro objetivo era llegar hasta el santuario de tortugas, aunque no estábamos seguros de si estaría abierto. Caminamos más de una hora por la arena, hasta que nos dimos cuenta de que a pie sería difícil llegar.

Al final, paramos a un chico que iba en moto y, a cambio de una pequeña propina, nos acercó al santuario. Para nuestra sorpresa, no había nadie cuando llegamos, ni personas ni tortugas. Así que, antes de que el chico se fuese, le pedimos que nos llevara de vuelta al pueblo. Fue toda una experiencia ir los tres en una moto atravesando una playa llena de troncos, pero por suerte él parecía estar más que acostumbrado y nos devolvió sanos y salvos.

Entre tanto paseo ya se había hecho la hora de comer. Volvimos a Cabañas de Punta Roca, a degustar otro fantástico plato de pescado fresco. Por cierto, los habitantes del Chocó tiene un ritmo de vida caribeño, todo se hace con mucha calma. Así que mejor ir con tiempo cuando necesitas su servicio. Terminamos de comer rápidamente y nos fuimos a nuestro alojamiento, donde nos recogería el guía de la excursión de por la tarde.

Jardín de Cabañas de Punta Roca.

En una región como la del Chocó, donde la selva y las lluvias son tan protagonistas, los ríos se convierten en las verdaderas arterias de la vida cotidiana y de la exploración. Estos cursos de agua no solo dan forma al paisaje, sino que también conectan comunidades, culturas y ecosistemas.

Una de las actividades más típicas, ya vayas a El Valle o a Guachalito, es dejar que un local te guíe por la selva a través de uno de los muchos ríos que la atraviesan. En El Valle, por ejemplo, se encuentra el río Tundó, que da nombre a una pequeña agencia familiar llamada Tundó Tours. Nuestro alojamiento colaboraba con ellos y nos recomendaron participar en una de sus actividades.

Locales recorriendo el río Tundó.

La excursión comenzó con un breve paseo por el pueblo de El Valle, seguido de un recorrido en barca por el río Tundó y una corta caminata hasta una cascada, donde te dejaban tiempo para refrescarte. Por último, te servían un café o chocolate y vuelta al punto de inicio. Todo ello acompañado por explicaciones sobre el ecosistema que nos rodeaba, lo que enriquecía la experiencia.

Quizá no sea una actividad que vayamos a recordar toda la vida, pero nos pareció agradable y que podía merecer la pena. La peor parte es que la barca es un poco incómoda (como cualquier barca de ese estilo), y nosotros volvimos deseando llegar. Duró unas tres horas y costó cerca de 20€ por persona.

Atravesando una zona de vegetación con la barca de la actividad.

El Valle es el pueblo más cercano a la Playa El Almejal, lo que le está dando un impulso gracias al turismo. Sin embargo, sigue siendo un lugar muy humilde, donde la mayoría de sus habitantes viven principalmente de la pesca y otras actividades básicas. Es una región muy desconectada del resto de Colombia y, a veces, incluso un poco menospreciada por los habitantes de las grandes ciudades.

Para nosotros como turistas, esto tiene su lado positivo: aquí aún se puede encontrar un lugar que conserva su estilo de vida tradicional. Aunque ya están familiarizados con el turismo, El Valle está lejos de ser el típico destino donde solo se busca aprovecharse del visitante. De hecho, sus habitantes se esfuerzan por respetar al máximo el increíble ecosistema que los rodea, limitando estrictamente las actividades de avistamiento de ballenas y las excursiones al Parque Nacional de Utría.

En una plaza en El Valle.

Mencionamos todo esto porque, para nosotros, el verdadero encanto de El Valle fue la oportunidad de conversar con algunos de sus habitantes. Tuvimos la suerte de coincidir en nuestro alojamiento con dos medellinenses que habían llegado a El Valle por un proyecto de pintura que estaban llevando a cabo, con el objetivo de ofrecer a los niños y niñas una forma de desarrollo personal a través de murales y arte callejero.

Como ya habían estado en la zona más veces, nos enseñaron parte del pueblo. Nos llevaron a comer una cremita, como llaman allí a los helados que hacíamos de pequeños con un palo y un vaso, y nos contaron en qué situación estaban los chocoanos y sus objetivos con el proyecto social.

Sin grandes atractivos turísticos, disfrutamos enormemente de terminar el día paseando por el pueblo y observando con calma la vida cotidiana en El Valle. Cuando empezó a anochecer volvimos a La Tarima del Colibrí y dimos el día por finalizado.

Cruzando un puente en El Valle.

Esta vez no teníamos reservada la cena con las Delicias de Elaine, no porque no quisiéramos repetir, sino porque se necesitaba un mínimo de tres personas y solo nos habíamos apuntado nosotros dos. A esas horas, nuestra única opción fue ir por unas pizzas a La Pizzería Valle, que nos sacaron del apuro, aunque sin destacar especialmente. Además, nos parecieron bastante caras, probablemente debido al costo de traer los ingredientes hasta allí. Al día siguiente no queríamos volver a quedarnos sin la cena de Elaine, así que pedimos nosotros tres menús para cumplir con el mínimo.

Atardecer en el Chocó.

Disfrutamos de un cena muy agradable. Además de los medellinenses del proyecto que te hemos contado, había una amiga de la dueña del alojamiento pasando unos días. Aprovechamos para mantener una agradable charla con ella y la pareja que llevaba el alojamiento, que nos contaron cómo habían llegado hasta allí y otras historietas. Incluso nos dieron a probar guaro, un aguardiente muy típico de Medellín, y compartimos unas cervezas de sobremesa.

Nos invitaron a salir con ellos de fiesta en El Valle, aunque preferimos tomarnos la noche más relajada. Eso sí, ni se nos había pasado por la cabeza la posibilidad de salir por aquel pueblo, pero debía tener alguna casa que hacía de discoteca, ¡eso no falla en ningún sitio!

Lo que sí que hicimos fue dar un paseo por la playa, esperando ver tortugas en su camino hacia el mar. Coincidimos con una noche de estrellas fugaces, lo que nos regaló momentos realmente inolvidables. Si visitas la zona, te animamos a salir por la noche a pasear alrededor de tu alojamiento, es una experiencia mágica.

Al día siguiente, nos esperaba un madrugón para cumplir el gran objetivo de nuestro viaje al Chocó: el avistamiento de ballenas. Así que, después de nuestro paseo, dimos por concluido el día.

Dedicamos el quinto día de nuestro viaje y el tercero en el Chocó a una excursión de un día completo, centrada en el avistamiento de ballenas y en la exploración del ecosistema del Parque Nacional de Utría. Si quieres saber cómo nos fue y consejos para hacer la actividad, te dejamos por aquí nuestra entrada dedicada a la experiencia.

Delfín en el Chocó.

Y hasta aquí nuestros dos primeros días en el Chocó. Pese a que quedaba todavía lo mejor, las ballenas y Utría, que resultaron ser auténticas maravillas, ya estábamos encantados con nuestra estancia en el Chocó, ¡vaya paraíso! Como siempre, cualquier duda en los comentarios!

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